martes, 17 de mayo de 2011

Rancho de fiestas

Sí, amigos, sí, estabais en lo cierto. El pasado viernes 13 de mayo tuvimos cena y hasta hoy no ha habido en el blog ni la más leve mención al acto, supongo que tiene una explicación, bueno, supongo que tiene una carretilla de explicaciones, a cuál más absurda. Una, por ejemplo, que los dos días siguientes fueron fiestas y la tormenta lúdico-etílica, el desorden horario (el famoso jet lag bodeguero), provocaron serias interferencias en el normal discurrir comunicativo entre cofrades. Otra, y es otro ejemplo, que quien escribe, bastante cenizo, se olvidó llevarle la cámara a Javi para que cargara la batería, por lo que el reportaje de fotos es más bien penoso, algo que quizá haya influido en ese defecto de comunicación. Otra, y es el último ejemplo, que era viernes 13. En fin, lo cierto es que cenamos de cojones, y esto, aunque las fotos no sean muy buenas, tienen que creerlo. Lo importante es que era Viernes Sí.
Pero pasemos a la crónica.
Primero el tiempo. Noche calurosa, se inauguraban las fiestas y los cofrades subían con el jersey sobre los hombros, en manga corta, como el típico poteador del PNV, sólo que sin camisa y sin cantar eso de"... y un inglés vino a Bilbao...". 
Ya desde la hora del chupinazo (del que por desgracia tampoco tenemos constancia gráfica) Javi, el cofrade encargado de preparar la cena, se estaba currando un rancho especial, con costillita y chorizo. El olor que desprendía la bullente marmita estimulaba a los cofrades según iban llegando, de tal manera que ninguno pudimos resistir la tentación de meter la cuchara de madera en la sartén para saborear el exquisito caldo y apreciar el estado de cocción de la patata. En fin, excusas para meter el morro.
Aspecto de la marmita en la que se gestó el rancho. Javi, LCF, fue el artífice de esta obra maestra que por desgracia no podrán apreciar adecuadamente. Las razones... ustedes ya las saben, al menos alguna. Creo que fue Pedro el que con la cámara de su móvil tuvo que dejar constancia; ¡y menos mal! Somos un desastre.
Fíjense cómo desde la cuna de la cuchara, con el tenedor en la diestra, Juanan comprueba el estado de la patata, en ese momento ya era purita mantequilla, amigos.

El maestro antes de dar por concluido su delicioso lienzo. Observen cómo relame los pinceles.

Hay que confesar, y esto es importante, que por una vez, no se bendijo la mesa. Esto es algo que algunos cofrades advirtieron cuando la marmita estaba ya medio devorada. A veces, pasa.
Hubo quien dijo que el rancho estaba un poco sabrosito, el mismo maestro, demasiado autoexigente, lo dijo, pero yo tengo que decir que fue un deleite dar vado a semejante caldereta, y además a cuchara.

Antes, durante y después de la cena hubo tertulia, como no podía ser de otra manera. La bodega es un foro para cultivar la amistad en torno a una mesa y a un vaso, bueno, o a la botella directamente, como podrán ver en la foto inferior a este texto. Juanatonio pimplando al higuillo, es decir, recibiendo el chorro del delicado néctar directamente en la boca; ¡qué clase tiene!


No sé si habrá parado mientes en el enrejado del domicilio social. Ideal para pelar la pava en verano. Aunque se supone que somos nosotros los que tenemos que salir fuera. Lo cierto es que en las bodegas también se ha pelado mucho la pava, ¿por qué? Muy sencillo, queridos amigos, porque el vino es un grandísimo desinhibidor, y provoca que hasta el más cortado se suelte sin reservas tras la ingesta de este gozoso caldo que es el vino.

Los cofrades posan tras la cena. Mirándolo bien, cosa que es imposible, pues la foto está movida, parece que estamos posando para la portada de un disco. Incluso hasta parece que Pedro se va a arrancar con una jota.
A continuación bajamos al pueblo, al Azalea, como siempre. Después de tomar un café y un refresco con Ramón, nos fuimos a la plaza. No sacamos a ninguna moza a bailar, pero dimos unas buenas vueltas y alguno acabó seriamente perjudicado.
Las fiestas son así, amigos.
Puede que fuera viernes 13, que sí, que lo era, pero lo importante para la Cuadrilla es que ante todo era Viernes Sí.

Bueno, queridos, hasta otro día; estáis todos bendecidos.

lunes, 16 de mayo de 2011

Fiesta en las bodegas

El sábado hubo fiesta en las bodegas, como no podía ser de otra manera, claro, estábamos en fiestas. Ni las aves rapeces, ni los mismísimos buitres (¡qué animalitos!) se quisieron perder el evento. El caso es que mientras los cetreros bridaban a la concurrencia su magnífico espectáculo, la gente de la ORB aprovechaba para perfumar el barrio de las bodegas con un sahumerio bendito que salía de las parrillas de panceta al sarmiento, y que alegraba hasta le vuelo de las águilas.

Águila en las bodegas, probablemente huele la panceta.
Puesto que eran fiestas... qué menos que incluir un ave rapaz nocturna.

La ORB, una organización de altos vuelos, el buitre también quiso atravesar la "deliciosa nube".

Alucinante contemplar de cerca el vuelo de estos lidos pollitos.

Como siempre, para que todas estas historias salgan adelante y tengan éxito, tiene que haber detrás gente generosa que se lo curre; eso sí, unos más que otros.

La desgustación se alargó hasta entrada la tarde con grandísimo éxito de público. Los cetreros se colaron en El Rincón y descubrieron las bondades de nuestros calados.
He aquí una serie de fotos hechas en el subsuelo, en los mismísimos sótanos del Paraíso.
De El Ricón fuimos a la bodega de Los Pompeos, las constantes libaciones pusieron a algún concurrente al borde de la verdad, o sea, al otro lado del espejo. Aun así siempre hay tiempo para discusiones interesantes, como la de los corchos, y la paulatina desaparición de los auténticos por otros creados a partir de pasta de serrín.

La fiesta fue magnífica, alguno salió de la cueva cuando apenas un rescoldito de luz crepuscular, en fin, qué os voy a contar, amigos, que no sepáis ya.
Ya lo sabéis, estáis todos bendecidos.
Chao, caros amigos.

domingo, 8 de mayo de 2011

Aurelio, más que una leyenda.

Aquí tenemos a nuestro amigo Aurelio (Roddy McDowall), el científico Aurelio en estado puro, un tanto escéptico y descreído, pragmático, algo sobrevalorado (sobreo todo por su novia) y poco amigo de perder sus bienes materiales. En cualquier caso, qué buena persona era Aurelio, y cuántas buenas conversaciones ha provocado en la Cuadrilla de los Viernes Sí. Es verdad que Zira (Kim Hunter), su novia, también científica, le da mil vueltas. Ella es idealista y más observadora e inteligente que nuestro amigo. Pero hablemos de Aurelio.
Aurelio antes de que Taylor se cruzará en su camino, tomando vermú. ¡¡Qué clase tiene!!




Aurelio es, ni más ni menos que el Darwin de los simios, pues cree en el evolucionismo y sostiene que el simio viene del hombre, asunto que consideramos debería ser tenido actualmente en consideración por nuestros científicos del CSIC, al menos a tenor del comportamiento de ciertos humanos de nuestra historia reciente. Lo que ocurre es que, incluso en el planeta de los simios, la religión se opone a la ciencia. Los jerarcas de la religión simia, los orangutanes, lo llaman al orden (como otros llamaron a Galileo o a Giordano Bruno), puesto que las teorías aurelianas atentan contra los dogmas de la doctrina oficial. Aurelio corre el riesgo de ser considerado un hereje, algo que pondría fin a su carrera como científico, y lo que es peor, le haría perder su posición y sus privilegios. Por eso, Aurelio está dispuesto a retractarse, lógico, tiene carrera, es funcionario, le van a subir el sueldo, quiere casarse, vivir cómodamente y no meterse en líos, además, si Galileo lo hizo, por qué no lo iba  a hacer él. Zira es mucho más valiente que él, dotada de unos valores éticos más sólidos que los de su novio, ella sí que lo dejaría todo por una causa justa, Aurelio sin embargo se lo piensa, pero son precisamente la imperfección y la cobardía de Aurelio las cualidades que enternecen a la Cuadrilla de los Viernes.



Al final el amor tira mucho, y el bueno de Aurelio hace lo que su novia desea. Se mete en un lío de la hostia, libera a Taylor (Charlton Heston) y a una chica con la que pretende amancebarse y se convierte en un fugitivo, junto a Zira y al sobrino de ésta. En fin, pero en esta escena ocurre algo genial, y es que no sabemos muy bien si el que interpreta el papel de humano es la persona o el personaje, es decir, si es Charlton Heston (presidente de la Asociación Nacional del Rifle) o si es Taylor. Resulta que el bueno de Aurelio lleva armas, pero no las considera necesarias, es normal, para qué, ¡¡podría hacerle daño a alguien!! Pero Taylor no está de acuerdo y se agencia un rifle echando leches. Aurelio quiere convencerlo de que no es necesario, pero nuestro querido amigo es desobedecido y desacreditado por el soberbio e impresentable humano, que al final, eso sí, y como sin querer hacerlo, les da las gracias de un modo tibio, arrogante y altivo; pobre Aurelio, después del lío en que se ha metido. Incluso Zira le tiene que recordar que desde el principio tuvieron dificultades y que su patético agradecimiento es a todas luces decepcionante. El espectador, observando la actitud de Taylor, se da cuenta de que no merecía la pena liberar a tamaño pedante, y creo que Aurelio también, pero a estas alturas de la película nuestro amigo, el chimpancé Aurelio, es ya un hereje y no le quedan más huevos que salir por patas.


Al final, Aurelio pierde, y todo por salvar al impresentable de Taylor. El zoófilo beso de despedida a Zira tiene mucha guasa, aunque a nuestro amigo no le hace ni puta gracia, y menos todavía cuando llegan los gorilas de la policía y se lo llevan detenido por traidor y por hereje. 
A Taylor le espera su destino, con un final sobrecogedor que salva cualquier peli por mala que sea. Quizá tenía diez años cuando la vi por primera vez, pero esa escena me quitó el sueño, y todo por culpa de Taylor, qué cabrón. Produce un terrible desasosiego ver ahí la Estatua de la Libertad semi enterrada en la playa. Pero hoy pienso más en lo que pudo haber sido del bueno de Aurelio, al que se llevan detenido. Su final es terriblemente incierto, pero hoy nadie se acuerda de él, así es la vida.
La Cuadrilla Viernes Sí está contigo, Aurelio.

martes, 3 de mayo de 2011

Cangrejos y Cocochas

¡¡Otra vez las tarteras!! Qué emoción amigos, qué deleite. Cangrejos y Cocochas, en fin, qué os puedo decir, queridos amigos. Ya veis que ni siquiera me he tomado la molesta de empezar con el gentil cibersaludo, ni siquiera hay crónica del tiempo. Hoy sólo hablamos de Cangrejos y Cocochas, así, con mayúsculas.

Paso directamente a la crónica. Cometimos el error de bendecir la mesa con las tapas levantadas, y así era muy difícil mantener una actitud contrita y compungida. No obstante, la ceremonia de acción de gracias se llevó a cabo con más decoro de lo que suele ser habitual.
Somos de interior, poco amigos del agua, nos gusta más el vino. Pero lo nuestro es más el agua dulce que la salada. Salvo Paco, el hombre que vino del Najerilla para aportar un poco de cordura entre tanta insensatez iregüense, el resto de la cuadrilla aprendió a nadar en el Iregua. Lo cierto es que todos somos de agua dulce, así que lo de las cocochas lo dejo para expertos de litoral y viejos lobos de mar, sólo puedo decir que estaban deliciosas, así, con su ajito, su perejil, su aceitito de oliva, todo bien ligadito, espesadito y dorado, en una gelatina deliciosa que convierte milagrosamente la barbilla inferior de un pez en un manjar; increíble.


El cangrejo, de nombre científico ‘Astacus, astacus’, según la rae “un artrópodo crustáceo del orden de los decápodos”, ahí es nada. Uno lee todo esto y da la impresión de que se va a comer un tomo de la enciclopedia británica, pero no, queridos amigos, no, la foto deja claro lo que nos jalamos. No pierdan la oportunidad de ampliar la imagen. Disfruten con la contemplación de esa salsita que crea adicción a la primera dosis y que está elaborada a partir de una fórmula tan sencilla como mágica, aceite, unos tomatitos, ajitos, cebollita picada, sal y unos pocos chiles para que den emoción al asunto. Y vaya si la dieron, a más de uno nos sudó la calva.
Antes lo cangrejos se pescaban de cualquier manera. En el Iregua, pero también en las acequias grandes, como el Río Varea o en cualquier otro canal de riego de las fincas (como tenemos lectores por todo el mundo, ya aclaro que hablo de lugares de Villamediana). Se echaban gavillas de sarmientos al río, con un poquito de hígado dentro, y media hora después uno podía sacar del río la gavilla con un suculento botín enredado entre los sarmientos. También se ponían ladrillos en la corriente de agua, por cuyos agujeros se colaban los simpáticos crustáceos. En fin, era fácil dar con cangrejos autóctonos. Luego llegó la crisis, la nefasta política de repoblación con cangrejos no autóctonos, etc. Podría escribir sobre el tema, pero tal vez algún experto ciberlector quiera poner un comentario en esta crónica ilustrando a los Cofrades de la Cuadrilla Viernes Sí.
Nosotros… la verdad, no sabemos mucho más acerca de la historia del cangrejo, nos limitamos a succionar sus caparazoncitos, saborearlos, untar la salsa y chuparnos los dedos como depravados libertinos. Qué gozada, amigos.
López de Calle Fotógrafo llegó a tiempo, pero su cámara no es tan rápida como el revólver dél mítico Lucky Luke. La idea era captar a Juanan mordiendo a una indefensa cebolla siempreviva, pero no fue posible, no obstante vean con qué gozo la paladea. Por fin, gracias a Javi, el Uruguayo, pudimos comer siemprevivas, ¡¡¡qué buenas estaban!!! Estaban dulcitas, pero eso no evitó que, dada la abundante ingesta, se dieran casos de halitosis transitoria jubilar. No sé los demás, pero yo tuve el sabor de la cebolla en la boca hasta bien entrado el sábado.

Ya saben, la próxima cena de Viernes Sí es en fiesta de San Isidro. No olviden visitarnos, lo mismo hasta ponemos alguna foto de los Cofrades en el baile de la plaza, agarrando con pulso firme la cintura de alguna moza mientras suena el pasodoble o alguna de Georgi Dann, la Barbacoa, por ejemplo.
Ya saben, lo nuestro es claro ejercicio de exhibicionismo, y lo vuestro, amigos, purito voyeurismo.

Estáis todos bendecidos.