jueves, 31 de mayo de 2012

Un brindis por Velázquez

Supongo que no es fácil dar una explicación, pero no me queda otro remedio que hacerlo, así me lo ha impuesto el Consejo de Redacción del Blog. Sus instrucciones son claras, he de ceñirme estrictamente a los hechos, abandonando en su narración cualquier intento de adorno superfluo o pretensión literaria. En fin, tal vez el enfado del Consejo esté justificado, en cualquier caso aquí va el relato. Dejo además claro que no se trata de un pliego de descargo hacia me persona ni mucho menos de un panfleto exculpatorio. Asumo toda la responsabilidad. Esto fue lo que ocurrió la noche de autos:

Aquella noche del 25 de mayo, la del pasado Viernes Sí, nos reunimos en la bodega de Pedro, como suele ser habitual cuando es a él a quien le toca hacerse cargo del ágape. Después de la cena bajamos al Azalea, allí tomamos café y acampamos en la barra, desentendiéndonos por completo del paso del tiempo (entiéndase acampar por atornillarse a la banqueta, practicar libaciones e intentar arreglar el mundo en amenas conversaciones).  Pero el tiempo, caros amigos, pasa, y llegó un momento en que empecé a sentir en mi cabecita la incipiente gestación de una resaca y cómo ésta comenzaba ya a dar "sus primeras pataditas" a la altura de mis lóbulos temporales, allí donde, según los expertos, se procesa la información auditiva, visual y se regula la comprensión lingüística (como cobaya humana que soy, doy fe de que todo esto es cierto). Así, pues, siendo consciente de la transformación que iba experimentando mi cuerpo, sobre todo a la altura de mi cabeza, decidí abandonar la acampada con discreción, procurando mantener intacta mi verticalidad sobre el eje horizontal del suelo.
Al llegar a mi domicilio me dio por ver las fotos desde la cáma-ra. Sí, amigos, sí, tampoco es tan raro. Hay quien se acuesta y lee la Summa o a Heródoto, yo no, desde luego, yo disfruto viendo las fotos de la cena de Viernes Sí, que además me ayudan a fijar en la memoria esos pequeños detalles que uno siempre corre el riesgo de olvidar.
En fin, llego ya al quid de la cuestión. Supongo que me equivoqué de botón, bueno, no es que lo suponga, es que no existe otra posibilidad. El empalagoso almíbar que entorpecía el movimiento de mis dedos debió provocar el error, vamos, que le di a borrar en el menú de mi cámara de fotos. Dicho de otra manera, que no hay fotos, que me las cargué todas de un plumazo, o de un botonazo, si lo prefieren.

Espero que en este relato en el que me expongo a la mofa y el escarnio públicos haya dejado satisfechas las exigencias del Consejo de Redacción, que además me impone la ardua tarea se jalonar este texto con imágenes de Velázquez.

Ahí tienen a Don Diego autorretratado, jugando con los pinceles y con el espejo. Qué grande, el más grande de todos.
Qué dos buenas escenas, la vieja friendo huevos y el almuerzo. Cuadros perfectos para ilustrar nuestro blog. 

Bueno, el caso es que cenamos lomo con pimientos, buenísimos y además ofrecidos en abundancia, para que todos los Cofrades pudiéramos saciar el apetito y hasta incurrir en uno de nuestros pecados capitales favorito, el de la gula. Por cierto, exquisitos los pimientos de la huerta de Eugenio. No me olvido de los champiñones con nata, que hicieron las delicias de la Cuadrilla. De tal manera fueron aplaudidos los champis que alguien propuso un espontáneo brindis. Oigan, y dicho y hecho, de inmediato chocaron nuestras copas llenas de vino en honor a ese humilde hongo tan profusamente cultivado en nuestra región.

¿Quién no recuerda alguna película en el que el director pretende realizar un ingenioso plano jugando con los espejos? ¿Qué fotógrafo no ha caído alguna vez en la tentación proyectar otro punto de vista en el espejo? Nada, todo eso ya lo había inventado antes el gran genio sevillano. En cualquier caso coincidirán conmigo en que éste es un buen cuadro, quizá el mejor de Velázquez, para iniciar la sección de postres.

Para culminar la cena tuvimos una tarta de queso natural. Una tarta de una textura fina, con su punto justo de azúcar, con la galleta de la base crujiente, en fin, no como otras. Una tarta de DIEZ que fue fotografiada mientras iba desapareciendo de la bandeja, aunque, bueno, ya saben ustedes que no ha quedado testimonio gráfico que corrobore lo dicho. Así, pues, tengan fe en lo que digo.

Estaba cantado con qué cuadro íbamos a terminar este reportaje. Es así, otra de las imposiciones del Consejo de Redacción pasaba por concluir la crónica con Los borrachos. Observen qué escena tan magnífica. Vean cómo Baco corona con sus pámpanos la cabeza del más bisoño de sus seguidores. No pierdan tampoco detalle de la serena alegría que se refleja en los rostros de los veteranos. Sí, amigos, sí, es la alegría que da el vino.
Propongo que coronemos a Juanito, nuestro Verso Suelto, de un modo similar, y que reproduzcamos este cuadro en una fotografía. Ah, muy importante, y que el Cofrade Chuma haga de Baco.  Pienso que, con la prestancia aristocrática de su barba, atesora más cualidades que ninguno de nosotros para interpretar con plena credibilidad al Dios del Vino. ¿Qué os parece? ¿Qué opinan los aludidos?

Ya veis que hasta en lo más oscuro y profundo de la depravación queda siempre un espacio para la armonía.

Estáis todos bendecidos, caros amigos.

martes, 15 de mayo de 2012

Ardor guerrero en la Domus Áurea

Queridos amigos que nos seguís desde todos los rincones del mundo: Israel, Escandinavia, Siberia, América Latina (alerta, que camina), Alberite, Murillo de Río Leza o Villamediana (paradigma urbanístico de la ñapa hispánica y la chapuza cañí), lo que el pasado Viernes Sí tuvimos oportunidad de celebrar fue algo más que un encuentro de Cofrades, pues a pesar de las lamentables ausencias, sustancialmente dolorosa la del Cabo Gil, tuvimos el honor de contar con la presencia especial de dos invitados de excepción: Jesús y Cayetano. Dos aguerridos excombatientes que, hace la friolera de veinticinco años, arriesgaron sus vidas para defender a Occidente de la terrible amenaza del Pacto de Varsovia. Junto a ellos, codo con codo, enredados en el alambre de espino, compartieron trinchera y miseria la mayor parte de la Cofradía de los Viernes Sí. Los soldados rasos: Bretón, López de Calle, Luezas, Muro y San Román. Ninguno de ellos, ni los cofrades ni los invitados, fueron capaces de ascender en la escala militar. Por eso, insisto, fue especialmente sentida la ausencia del único colega de la Compañía de Veterinaria que logró alcanzar el grado de Cabo, el gran Cabo Gil.
Dos ausencias notables fueron también la de nuestro representante en la marina, el Cofrade Faustino, que encaramado al mástil de una fragata surcó los mares e hizo del Mediterráneo su hogar; y la Cordura del Najerilla, combatiente de guerrilla y experto en agua dulce.

Fue, pues, una cena de soldados rasos, de pícaros de la milicia y genios del escaqueo, como lo fue Bretón, que pasó la mili pegado a su mejor aliada, una muleta, con la que fingía irreparables dolores de rodilla. Tan evidente parecía su condena a una cojera vitalicia que apenas pisó el cuerpo de guardia ni supo jamás lo que era una garita. Ni que decir tiene, que fue obtener la licencia y empezar a correr como un garzón.
Pero no vamos a seguir con las batallitas, porque podríamos dormir al personal, como así hicimos con el bueno del Cofrade Aitor, el único objetor de conciencia de la Cuadrilla, que a fuerza de escuchar conversaciones (por cierto, siempre las mismas) va a acabar haciendo más mili que el mismísimo Sargento Arensivia, ilustrísimo personaje del no menos ilustre y genial Ivà.

Puesto que la introducción ha sido larga, no quiero enrollarme mucho con el parte meteorológico, aunque es cierto que la temparatura acompañó en nuestro primer día de fiestas de San Isidro. Como podrán apreciar más abajo, hasta los Cofrades más frioleros iban en manga corta. Una delicia.
Como eran las fiestas, además día de chupinazo, la tradición manda que hay que perfumar el Barrio de las Bodegas con el bendito sahumerio de las chuletas al sarmiento. Así que dicho y hecho, ahí tienen al Cofrade Bretón sazonando la carne bendecida: cluletillas, choricillo y panceta.
Algunos de nosotros hacía más de veinticuatro años que no nos veíamos y, la verdad, fue un reencuentro emocionante. 
Aunque, como ya he dicho, ninguno de los presentes fue capaz de llegar siquiera a cabo, pronto se vio quién tenía dotes para el mando. Ahí tienen al objetor junto al instructor y frente a ellos los dos invitados. Entre tanto, la tropa rasa se encargaban de llenarles las copas y de cuidar las parrillas. Hablando de parrillas, observen esto, queridos amigos:
Es lo que tiene la combustión de los pámpanos de Baco. El aroma y el sabor que aportan a la carne es difícil de describir, pero a juzgar por su aspecto daba la impresión de que todo estaba listo para el inicio del rito eucarístico.
Agnus Dei. Las chuletillas estaban ya en su punto, había llegado la hora de liberarlas del enrejado de las parrillas.
No pierdan detalle del Maestro Asalari, el Cofrade Javi, con el tridente en diestra y la copa de vino en siniestra, la perfecta simbiosis de Neptuno y Baco. ¡¡¡Bárbaro, Javi!!!
El verso suelto escuchó las conversaciones de la puta mili como quien oye llover. Para él esas historias eran una película turca en blanco y negro con subtítulos en suajili. Y es que Juan no es sólo que tiene cara de niño, sino que es un niño. Eso sí, bebe como un hombre.

Y al fondo Logroño iluminado, magnífica vista que en el argot cuadrillero es denominada "la bahía". Sin embargo, lo que a Juan le ensancha la sonrisa no es precisamente la bahía.
Como ya se ha comentado en la introducción, en el Refectorio no faltaron las batallitas como tema de conversación. Entre copa y copa resucitamos a ilustres infantes de la logistica militar, como Aparicio, Nieves Alonso, el Sabadell, Paulino y otros muchos malandrines del hampa soldadesca, todos ellos trapaceros de primer orden, que se las ingeniaron para hacer de la cantina del cuartel un singular patio de Monipodio. 
De tal manera le dábamos a la lengua que teníamos que estar constantemente practicando libaciones, y parecía como si las propias libaciones nos invitaran a seguir conversando, entrando así en un círculo vicioso, a la par que placentero, del que ninguno de nosotros tenía intención de huir. Y por allí salieron los mulos del San Gregorio en Pamplona, el Hospital Veterinario de Zaragoza y las ambulancias de ganado, de las que fuimos dignos conductores.

Llegó después la hora de los postres. Tan fuerte caló entre los Cofrades la piña que nos ofreció Juan en la cena de La Barbacoa, que decidimos repetir. Oigan, y de nuevo un éxito, porque refresca y porque marida perfectamente con el vino. Aunque, viniendo de nosotros, esto no debe resultar extraño, pues hemos llegado a maridar el vino con una gran variedad de productos, a veces incluso de un modo manifiestamente nefando, como con la bollería industrial. Pero, qué le vamos a hacer, somos pecadores y hemos venido al mundo a sufrir y, por lo visto, también a pecar. A partir de ahí, sólo nos queda la resígnación, amigos.
Bueno, y así fue como pasamos una velada estupenda. Haciendo además firme el propósito de reunirnos periódicamente, es decir, no necesariamente dentro de otros veinticinco años, sino mucho antes. Quizá una vez al año.
Después, bajamos como siempre al Azalea, a tomar café y unas copas. Como eran fiestas, las Fiestas de San Isidro, subimos a la plaza, a escuchar los pasodobles, las rancheras y a bailar en la verbena. Allí, merced a la alegría que da el vino, y doblegando nuestra timidez, invitamos a varias mozas a bailar. Mozas que, todas ellas, por cierto, declinaron nuestras invitaciones, algunas incluso de modo airado. Fue así como acabamos amarrados a la dura barra del bar, contando penas y glorias, y dejándonos llevar por el aliento de la noche. Y así hasta que cantaron de nuevo los pajaritos y...
"Allons enfants de la Patrie, le jour de gloire este arrivé"
Estáis todos bendecidos, caros amigos.

viernes, 4 de mayo de 2012

Jour de Gloire en la Barbacoa

Queridos amigos que nos seguís desde todos los rincones del mundo, el pasado Viernes Sí la Cuadrilla se desplazó a Logroño para cumplir con una cita anunciada desde hacía ya más de un mes, nos estamos refiriendo a la cena que Juanito nos había prometido en la Sociedad Gastronómica la Barbacoa. Este tipo de eventos suelen suscitar controversia entre los Cofrades. Por un lado, despierta la consabida alegría de salir a la aventura, pero por otro lado, pesa la amargura de faltar a nuestra cita bimensual con el Refectorio de la Domus Áurea. Pero dejémonos de sentimentalismos vacuos y pasemos a la crónica. Primero, como siempre, el tiempo:

  • El día se presentó nublado, amenazando lluvia en casi todas las horas del día, pero sin cumplir la amenaza. No fue hasta entrada la noche que llovieron cuatro gotas mal contadas. Por lo demás, la temperatura era más bien fresca, aunque típica de nuestra primavera.

La Cuadrilla Viernes Sí se desplazó casi al completo en el vehículo del Cofrade Faustino, no estábamos en la AgroPérez, pero íbamos tan a gusto que por momentos nos sentimos a lomos de "la mítica".
Los Cofrades estaban nerviosos y expectantes pensando en todas las aventuras que el bueno de Juanito les podría deparar. Por otro lado, pues ya saben que la Cuadrilla es muy dada a la empatía, sabíamos que Juan compartía el nerviosismo por querer quedar bien, conocíamos el sentido de la responsabilidad de nuestro Verso Suelto y sus ansias por ganar preces en su carrera hacia el Toisón. En fin, que no hay deporte de riesgo que supere a un Viernes Sí, ni en emoción ni en intensidad. 

No fue fácil dar con la ubicación exacta en la que habíamos sido citados. Como suele ser habitual, bajamos al arbitrio de nuestro instinto, sin saber el nombre de la calle ni la ubicación exacta. No sé muy bien cómo dimos definitivamente con La Barbacoa, pero creo recordar que tuvimos que hacer una llamada telefónica para pedir coordenadas con exactitud. Así fue como se puso a prueba la capacidad para orientarse de la Cuadrilla, y el resultado es el que ven, pues en lo tocante a oler vinos y buenas viandas, los Cofrades son más finos y avispados que el mejor de los lebreles.

Ahí lo tienen, la estrella de la noche. Nos recibió así, de esta guisa, a puerta gayola. Al principio pensamos que estaba disfrazado de Zabala, pero luego nos confirmó que no, que el tío había estado toda la tarde liado entre fogones e intendencia. Observen qué porte y qué prestancia la de Juanito, nuestro queridísimo Verso Suelto. ¡Bienvenidos a La Barbacoa, queridos Cofrades, que el buen yantar y el gusto por las libaciones os encumbren a la cima de la felicidad!
Si se fijan en la foto, detrás de Juanito, Javi y Paco observan con atención determinados detalles que decoran el Refectorio de la Barbacoa.
Nos llamó especialmente la atención la viga de madera con las llaves antiguas, ese tipo de objetos que antaño uno se metía en bolsillo y servían para presumir de algo más que de tener una llave.

Juanito, que se las sabe todas, sabía que para que la cena fuera un completo éxito tenía que empezar con buen pie, sorprendiendo a los Cofrades. Para ello decidió jugar a caballo ganador, chorizo abundante, picante y bien curado, y un par de bandejas espectaculares de bacalao maceradito con aceite y ajo, además del chile seco que añadía mordiente al asunto. ¡Y fue visto y no visto, amigos! Juanito recibió así los primeros aplausos de la noche. 
La Cuadrilla Viernes Sí disfrutó del aperitivo platicando amistosamente, limpiando las bandejas con cierta voracidad, y dando vado a las botellas de Azpilicueta que el ínclito visitante Quince Mil, el gran Joxepo, tuvo a bien traer para la cena.
El Verso Suelto había triunfado con el capote a base de vistosas verónicas y de chicuelinas. Pero ahora tenía que lidiar con la muleta, y la Cuadrilla Viernes Sí tomó asiento como quien se acomoda en el Tendido Siete de Las Ventas.
Así se enfrentó Juanito al cambio de tercio, pletórico y con una sonrisa dibujada en el rostro. Todavía quedaban muchas suertes por echar. Hay que una vez que tomamos asiento, nuestro querido Verso Suelto nos ofreció unas generosas fuentes llenas de ensaladilla rusa, que fueron servidas por Bretón a la guisa cuartelaria, algo que provocó jolgorio y regocijo entre los comensales. Había pues que brindar y a Juanito le faltó el tiempo para descorchar otra botella. Seguía ganando puntos.
Aquí tienen a nuestro anfitrión, posando como un auténtico Mariscal de Campo bonapartista. Qué arte tiene.
Zabala no faltó a la cita con La Barbacoa, y como buen contribuyente aportó esta botella magníficamente adornada con el Truco-Plato, nombre de su blog que desde aquí aconsejamos visitar.
Sin embargo, todavía faltaba lo mejor, el gran chisterazo culinario de la noche.
Ahí lo tienen. Es cierto que al entrar, los lebreles olfatearon con nitidez algo apetitoso debajo de la tapa de esa gran tartera. Por fin se abrió el telón y esto es lo que encontramos. Un delicioso guiso de cordero con pimientos que provocó la más cerrada de las ovaciones. Ahí lo tienen, fíjense qué concentración y qué atención, qué manera de bajar la muleta, esto es torear por naturales amigos, ¡¡¡sí señor!!!
La Cuadrilla activó la conversación movida por la alegría. Como ya podrá ustedes suponer, el guiso y el vino maridaron en nuestros paladares haciendo las delicias de los Cofrades.

Hubo tiempo para hablar de todo, incluido de Zarpitas, el perro de Bretón, una criatura encantadora que, como una excentricidad dentro de condición de can, tiene a gala zamparse las patatas crudas como quien se entretiene con un juguete. Auténtico el animalico.

Llegó después el turno de los postres, donde Juanito, una vez más quiso darlo todo. La faena se acababa y tocaba entrar a matar. No le tembló el pulso con la espada a nuestro Verso Suelto que ni corto ni perezoso nos propuso una combinación magnífica, estéticamente bella y exquisita para los asuntos del paladar. Y es que a nuestro gran anfitrión no se le ocurrió otra cosa que combinar fruta fresca, en este caso una deliciosa piña, con un pastel de naturaleza industrial que no viene a cuento mostrar en este blog. Los resultados amigos, no pudieron ser mejores.Y a la gente ya le empezaba a entrar la risa.

Y Joxepo también se reía, cómo no. Y lo que le quedaba todavía. 
¿Se acuerdan del equipo de fútbol? (ver post) Pues ahí los tienen de nuevo. Había que dejar constancia gráfica de nuestro paso por La Barbacoa, una de la Sociedades Gastronómicas más auténticas de Logroño, y a la que hace más de una década el gran Georgie Dann dedicó su famosa canción homónima. Nos contó Juanito que el rey de las canciones del verano vino a las fiestas mateas 1999 y que tras su concierto en la Plaza del Ayuntamiento cenó en La Barbacoa. Parece ser que cenó tan bien y tan a gusto que prometió dedicarle una canción a la Sociedad Gastronómica. Bueno, eso cuenta Juanito, cualquiera le cree. También anda por ahí diciendo que en 1521 los logroñeses resistieron un prolongado asedio gracias a los peces del Ebro y el pan de la Primi. Menudo cuajo que tiene el tío.
Más allá del anecdotario, lo cierto es que hubo vítores para Juanito y para su magnífica cena. El mensaje para la posteridad de Joxepo en la pizarra lo dice todo. La faena no pudo ser mejor, Juan sabía de sobra que iba a salir a hombros, ¡¡¡ y por la puerta grande!!! 

Después del faenón tocaba subir de nuevo al pueblo. Convencidos de que la noche logroñesa nos enrosca la boina y nos confunde, emprendimos camino de regreso al pueblo con la Little AgroPérez, aunque esta vez pilotada por el Cofrade Javi. ¿Por qué? Se preguntarán ustedes, pues muy sencillo: por la cordura.
La respuestas la tienen aquí debajo. Y es que Javi hizo penitencia por todos nosotros. Durante la cena no tuvo más remedio que controlarse y mostrarse casto e incorruptible ante la insinuante tentación del vino y de todos sus placeres dionisiacos. 
Y ya ven, lo que es el instinto cuadrillero. Si es que por momentos, y no quiero ponerme eufórico ni mucho menos pretencioso, pero por momentos, digo, parecemos de la CÁTEDRA. Qué previsión, amigos. Al tomar la recta de Villamediana nos dimos de bruces con la Hemetérica (magnífico vocablo patentado por Chiquito de la Calzada). Observen el trofeo en manos del sonriente Cofrade Paco, sí señor, porque probablemente sin él, sin su Cordura del Najerilla, nosotros, iregüenses e insensatos por naturaleza, ya hubiéramos sucumbido a las trampas tricorniales.

Una vez a salvo, en el Azalea, continuamos la velada. Allí, poco a poco, la Cuadrilla se fue dispersando en función de los diferentes grados de cordura. Sólo Joxepo, un hombre considerado cuerdo en su integridad, se dejó embelesar por el descocado ímpetu de los Cofrades más perdularios. La noche estaba todavía en pañales y había tiempo para todo, para el fotomatón, para la Marsellesa (fue un auténtico Jour de Gloire) y para el ditirambo más impenitente.
Como era un 27 abril y el viento del oeste todavía portaba el perfume de los claveles, Ramón nos puso a Jose Afonso y su mítica Grandola Vila. Al escuchar sus acordes la emoción nos embargó a todos. Impelidos por la saudade hicimos un brindis por la vecina República de Portugal, por la Revolución de los Claveles y por Jose Afonso.


A Grandola Vila le siguieron otras muchas canciones y otras muchas conversaciones. Cuando desalojamos el Azalea la raya del horizonte anunciaba el alba y los pajaritos trinaban que era un horror (¡qué manera de delatarnos!). Concluía así el último Viernes Sí de abril. Un Viernes Sí inolvidable, en el que Juanito dio un paso de gigante hacia el toisonado cofraternal.
Muchas Gracias, Juan, por la magnífica cena que nos ofreciste y por tu hospitalidad en La Barbacoa. Eres un crack. Ya sabes que si vienes a coger sarmientos el próximo invierno, podrás abandonar definitivamente el limbo de los catecúmenos por donde hace tiempo que vagas como alma en pena, y podrás por fin ser Cofrade de pleno derecho en Viernes Sí. ¿Qué nos dices?

Malditos heterodoxos. Arderéis en el infierno.

Allons enfants de la Patrie, le jour de gloire est arrivé

Estáis todos bendecidos, caros amigos.

Saludos cuadrilleros.