miércoles, 22 de mayo de 2013

La Cripta de los Intrusos

Queridos amigos que no seguís desde todos los rincones del mundo, desde el Bajo Iregua, hasta el Golfo de México, desde Escandinavia hasta Tierra de Fuego, bienvenidos todos a esta nueva edición de Viernes Sí.
¿Recuerdan ustedes aquella crónica en la que los Cofrades se vieron repentinamente sorprendidos por cuatro intrusos? Sí amigos, sí, corría el mes de mayo del año pasado cuando cuatro elementos se colaron en el Refectorio de la Domus (ver), se acomodaron en torno a la mesa y empezaron a cenar como si en ello les fuera la vida. Con qué poderosa tracción movían las mandíbulas y con qué apetito dieron vado a cuanto había. Lo cierto es que, aunque disimulamos, aunque fingimos no verlos (más que nada para no resultar violentos), ellos se dieron a conocer, y se revelaron ante nuestros ojos como el mismísimo Ángel del Señor, menuda Anunciación, el Espíritu Santo multiplicado por cuatro. 
El caso es que estos cuatro espíritus, a mi modo de ver no tan santos, movidos por la vergüenza y heridos en su fuero interno por algún comentario vertido en este Blog relacionado con la reducida cantidad de vino que aportaron a aquella cena, decidieron tomar venganza y restablecer su honor invitándonos a compartir mesa y mantel en su bodega; divina vendetta.
Paso ya a contaros todo lo acontecido en la última cena de Viernes Sí, que como anuncia el título de la crónica, tuvo lugar en la Cripta de los Intrusos.

Ahí los tienen, estos son los cuatro Intrusos, los Reservoir Dogs de las bodegas. De izquierda a derecha: el señor Blanco, el señor Naranja, el señor Marrón y el Señor Azul, Tarantino no se los hubiera imaginado mejor, y aunque estén en blanco y negro, el Verso Suelto los vio en colores.
Nos citaron en la bodega del señor Blanco y allí estuvimos catando los primeros vinos. Al principio, ya que somos algo malpensados, creímos que no pretendía otra cosa que emborracharnos antes de la cena para luego ofrecernos como si fuera un manjar alguno de esos emparedados de las gasolineras. Lo cierto es que bebimos y reímos, fue divertido, tanto que hasta nos olvidamos de esos malos pensamientos.

Para que quedara constancia de que no estábamos ante vinos cualesquiera, en los muros de la cueva colgaban con orgullo los premios que esos divinos caldos han ido consiguiendo a lo largo de las distintas ediciones del Concurso de Cosecheros (ver). Hago aquí un inciso para anunciar al mundo que en el concurso de este año, que no ha tenido eco en este Blog, volvió a ganar la simpar Leticia, a la que felicitamos desde aquí. ¡¡¡Enhorabuena!!! Eres, sin duda, la Dueña de la Alquimia, y una vez más, la Cuadrilla de los Viernes Sí te rinde pleitesía.
Pero sigamos con el relato, porque en eso llegó Mauri.

Ahí lo tienen, el señor Herce Ruiz de Palacios, casi nada, y parecía formalito en la foto, pero ya sabemos que cuando se presenta la oportunidad para provocar, Mauri jamás desperdicia la ocasión, y en ese momento todo parecía propicio para la incitación, el hostigamiento y la punzada verbal. Es la charla jocosa, amigos.
La táctica es bien sencilla, primero se instila el veneno, sólo hay que lanzar los comentarios que en principio se acogen con sonrisa circunspecta, y después...
...llega el efecto de la pulla, pulla burlesca, generalmente referida a la calidad del vino ofrecido por el anfitrión, o a su generosidad.

Supongo que los ciberamigos más observadores os habréis percatado de la presencia de una botella de Orujo de María. Se trata del magnífico orujo que elabora una prima de los Intrusos, la bella María. El Verso Suelto dio buena cuenta de esa botella, y como consecuencia de ello despegó de la Cripta arrojando por la borda los lastres de la conciencia y la cordura. Menudo viaje, tocó tierra un buen rato después, cuando reapareció por la Cripta, todavía muy afectado por la despresurización del regreso y con un jet lag de cojones. Pero no adelantemos acontecimientos, pues eso fue al final de la cena. Sigamos con el relato.

Bueno, abandonamos la bodega del Señor Blanco donde pasamos un rato estupendo, genial, conversando, riendo y practicando libaciones sin cesar.
Pensábamos entonces que nos llevarían por fin a cenar, pero no amigos, no, nos llevaron a otra cueva, esta vez a la del Señor Azul. A qué viene esta afición por la espeleología, nos preguntábamos, pero no nos quedaba otra que seguirlos, discurrir por su misma senda, dejarnos llevar acrecentando las sospecha de que nos querían emborrachar para luego sacarnos los emparedados de área de servicio Repsol o Petronor.
El caso es que sin comerlo ni beberlo (bueno, beberlo sí, además abundantemente), nos vimos en la bodega de Señor Azul. Otro delicioso refugio antinuclear, de los buenos que quedan en Villamediana. Ahí dentro nos importaba un huevo que estallara la Tercera Guerra Mundial.
Y si flipamos con los caldos del Señor Blanco, no lo hicimos menos con los del Señor Azul. A una temperatura constante de entre 11º y 13ºC todo el año, comprenderán que da igual que sea verano o invierno, que brille el sol o la luna, que pasen las horas, los días, que llueva, que haga frío o calor, es que da igual, insisto, como si estalla al Tercera Guerra Mundial. Nos daba igual, amigos, pues estábamos en los Sótanos del Paraíso.
El Señor Azul comentó algo de lijar y pintar la verja de la recueva, por Dios, que no, que no la toque, que deje florecer el herrumbroso coral de las bodegas.

Y cuando ya el hambre empezó a apretarnos el estómago, los Intrusos nos llevaron por fin a la Cripta, la Cripta del Señor Blanco, ¿estarían allí los emparedados?, ¿se habrían molestado en quitarles la pegatina con el precio, la composición y la fecha de caducidad? ¡La fecha de caducidad! 

He aquí la Cripta de los Intrusos, idéntica a las catacumbas en las que los primeros cristianos celebraban asambleas y ritos litúrgicos de naturaleza subversiva. Disfruten de su arquitectura, amigos. Por lo demás, la mesa estaba puesta, los platos, la servilletas, los cubiertos y las copas, no faltaba detalle, pero... ¿dónde estaba la cena? La preocupación crecía al mismo tiempo que la gazuza hacía presión a la altura del estómago. ¿A qué esperan los intrusos? Que nos den los emparedados de una maldita vez, ¡queremos comer!
Pero de pronto los gestos se relajaron, se desfruncieron los ceños de los Cofrades, por la boca de la Cripta entraron el Señor Marrón y el Señor Naranja, y con ellos un delicioso olor a rancho, y en sus manos una enorme sartén llena de patatas con carne de cordero. 

Es cierto que sentimos algo de vergüenza por haber sospechado que nos iban a dar pan bimbo con mortadela, lo reconocemos, y el rubor por la elaboración de tan ignominiosos pensamientos creció cuando probamos el rancho, el delicioso rancho, el sublime rancho que preparó el gran Róber, padre del Señor Marrón. Vaya desde aquí nuestro saludo para él.
Y claro, con los platos llenos y las copas igualmente llenas, resultó sencillo entonar la Risa Celebratoria, el Himno Oficial de la Cuadrilla. Tenemos que decir que fuimos elegantemente atendidos, no les faltó detalle a los Reservoir Dogs, qué atención y qué pleitesía. Cuánta generosidad a la hora de descorchar botellas, repito, cuánta generosidad a la hora de descorchar botellas, pues si algo corrió con munificencia fue el vino, el delicado néctar que elaboran los Intrusos, a los que dedicamos vítores y aplausos. Tampoco faltaron las espontáneas loas y brindis panegíricos para el cocinero, el genial Róber.

El trabajo en cocinas fue intenso, no querían dejar nada expuesto a los caprichos de la improvisación, y es que los intrusos parecían alemanes, qué precisión, amigos, y qué sincronizados. No se imaginan ustedes con qué minuciosidad y corrección simétrica cortaron los trocitos de flan de café, a inglete y con noble cuchillo de acero toledano.

Después ya, la precisión se fue desdibujando conforme caían los "relojes de arena", y el coscorrón definitivo lo produjeron las botellas de orujo de la prima María y el coñac marca Gourmet que trajo el Señor Azul. En esto llegó Merengue a hacernos una visitilla, después alguien nos dedicó un calvo desde la puerta de la calle, y fue en ese momento cuando el Verso Suelto despareció.
La peña fue desvariando, cada vez más conforme bajaba el contenido de las botellas. Pero ante todo lo que hicimos fue exaltar nuestra amistad. Y la conversación siguió por cauces jocosos o muy jocosos.

Y, como ya se ha apuntado antes, durante un buen rato el Verso Suelto desapareció, nuestro reencuentro con él fue emocionante a más no poder. Se preguntarán ustedes dónde estuvo, eso mismo nos cuestionamos nosotros, pero estén tranquilos, aquí va el relato. Paso pues a contar el vuelo sin motor del bueno de Juanito, y con él entenderán el porqué de los Señores de Colores:

Nos dijo que había despegado de la Cripta y que había estado en la garaje de la bodega, que está por inventar y construir, sin embargo, y siempre según su percepción, el Neocofrade nos aseguró que se había quedado atrapado en ese lugar y que una chica muy amable lo liberó. Después nos dijo que había estado en un piso y que había subido a la terraza, y que al bajar había visto a cuatro tipos simpáticos y de colores (¿acaso Blanco, Naraja, Marrón y Azul?). Efectivamente, había visto en los Intrusos a los Reservoir Dogs, de igual manera que don Quijote vio en la bacía del barbero el yelmo del Mambrino. En fin, que el orujo de la prima María era potente a más no poder.

Observen en la instantánea la alegría del excatecúmeno al reencontrarse con sus Cofrades y sus amigos Intrusos, no había desfacido entuertos, pero sí que había corrido aventuras, y de qué manera; qué grande eres, Juanito.

Lo que sucedió después es una sucesión de hechos que me resulta imposible narrar, entre otras cosas porque no me acuerdo, y a estas alturas de la película no estoy ya para fabular. Sólo sé que pasamos una noche estupenda junto a los Reservoir Dogs de las bodegas, que nos agasajaron con un rancho delicioso y vino bueno y abundante, pero sobre todo nos obsequiaron con lo mejor de su amistad, que es lo que más valoramos. 
Gracias a estos cuatro tíos la noche del último Viernes Sí fue especialmente divertida, qué auténticos sois, y qué bien nos lo pasamos. Gracias, Señores de Colores.
La próxima será pasado el verano en la Domus Áurea, os esperamos, amigos.

Estáis todos bendecidos.

martes, 7 de mayo de 2013

El hombre que susurraba a las palomas

Queridos ciberamigos que nos seguís desde todos los rincones del mundo, bienvenidos a Viernes Sí. Están ustedes en su casa, así que pónganse cómodos y sacien de una vez el apetito de su mórbido espíritu voyeurista, que nosotros ya lo hacemos del nuestro, el exhibicionista. Qué bonita es la complementariedad.

Recogida de sarmientos. Febrero de 2012
No debemos ocultar que durante los días previos reinó la incertidumbre. Le tocaba organizar el ágape a Chuma y todo eran rumores. Lo cierto es que después de más de dos años asistiendo con regularidad a las cenas de Viernes Sí, y tras haber sido investido como Cuadrillero de pleno derecho el invierno pasado, nuestro colombófilo Cofrade, todavía no se había estrenado en el calendario de cenas.
Por otra parte, sabida es la mala relación que Chuma mantiene con los relojes, al menos en lo tocante a puntualidad, circunstancia ésta que junto a las dudas suscitadas en torno a su debut, empedraban el camino para la libre expresión de nuestras reservas más envenenadas. 
Durante los días previos a la cena la Cuadrilla empezó a alimentar ciertos rumores malhadados que, como no podía ser de otra manera, fueron acrecentándose conforme se iban acercando el día y la hora. Sin embargo, Chuma estuvo con creces a la altura y cerró de un portazo más de una boca.
Pasen y vean:

Con argumentos como los que muestran estas imágenes el Cofrade Chuma llegó, debutó y mando callar. Fue puntual, es más, aun tuvo que esperar (no le viene mal, para que descubra el sabor de su medicina), y después argumentó lo expresado en estas imágenes. Claro, ante alegatos tan contundentes nadie tuvo valor para esgrimir una réplica, nadie osó tomar la palabra. Chuma se descubrió como un rétor de envergadura, mitad Castelar, mitad Cicerón, y no nos quedó otra que guardar silencio. 

Ante los chismes, habladurías e intoxicadas murmuraciones, Chuma  puso sobre la mesa el mejor antídoto, una dieta sanadora que por estos pagos es conocida como "dieta mediterránea", basada única y exclusivamente en las excelencias del porcino, a saber: panceta, costilla, choricillo y careta.

Ahí lo tienen, amigos, empequeñeciendo a los habladores con la prestancia aristocrática que le otorga su cuidada barba. Entonando el mítico veni, vidi, vici con su porte de cónsul de la Roma Imperial. Querido Chuma, qué fácil resulta imaginarte vistiendo la toga praetexta.


Amen, Jesús Mari, tu cena fue deliciosa, excelente para el cultivo y mantenimiento de la amistad Cofraternal. Conseguiste que la conversación fuera fluida y ágil, no exenta de discrepancias, pues en este ejército de Pancho Villa donde todos queremos ser Pancho Villa nunca hay unanimidad, salvo en el gusto por el buen yantar, mejor beber y otras cosas que no cuento.
Por lo demás... en el mesa gobernó el tradicional regocijo, cenamos a gusto y practicamos libaciones con gran goce y desenvoltura.

Acaba así la crónica del último Viernes Sí, dejando claro que el hombre que susurraba a las palomas, el Cofrade Chuma, nos dejó a todos zureando, como las torcaces belloteras cuando avistan rumbosas las ramas del encinar.

Estáis todos bendecidos, caros amigos.