Dicen que la ebriedad es en ocasiones un estado de gracia al que muchos creadores han acudido en busca de inspiración, en mi caso no fue así. Decía Claudio Rodríguez, precisamente en el comienzo de un magnífico poema suyo titulado El don de la ebriedad; "Siempre la claridad viene del cielo; es un don. No se halla entre las cosas, sino muy por encima, y las ocupa haciendo de ello vida y labor propias. Así amanece el día; así la noche cierra el gran aposento de sus sombras." Sin duda el bueno de Claudio Rodríguez estaba tocado por el Altísimo cuando compuso esta pieza, la claridad le vino del Cielo, que no os quepa la menor duda, pero a mí, queridos amigos, la claridad me dio la espalda.
Y por qué digo todo esto, no, no penséis que es por justificarme, no me dedico profesionalmente a la fotografía, pero reconozco que nunca en mi vida he hecho tantas fotos y tan malas.
Le ebriedad para mí no fue un don, de haberlo sido, al día siguiente no me hubiera tenido resaca. Por cierto, aprovecho la ocasión que brinda el blog de la Cuadrilla Viernes Sí, para saludar a los Laboratorios de Ratiopharm, dada su acertada iniciativa de producir ibuprofeno.
Pero gracias sobre todo a la gente que abrió sus calaos (me niego a escribir la d intervocálica que nadie pronuncia) y que repartió entre los más de mil visitantes su delicado néctar, cumpliendo así con ese precepto humanitario de dar de beber al sediento.
Vayan para todos los viticultores y vinicultores del pueblo nuestro agradecimiento.
Antes de la despedida os dejo con un milagro. Por si queréis contrastar traducciones, lo tenéis en el Evangelio según San Juan, en los doce primeros versículos del capítulo segundo. Espero que os guste, a mí me encanta.
Y al tercero día de andar por ahí se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Por lo visto, llegaron muy tarde, puesto que faltaba el vino, la madre de Jesús le dijo: "Esta gente se ha quedado sin vino". Y dícele Jesús: "¿Qué tengo yo contigo, mujer?" Aún no ha venido mi hora.
Pero su madre dijo a los que servían; "Haced todo lo que os diga". Y había por ahí seis tinajas de piedra, de las que usaban los judíos para la purificación, que cabían en cada una de ellas varias cántaras. Y Jesús dijo a la gente del servicio: "Llenad estas tinajas de agua". Y bienmandados las llenaron hasta arriba. Y una vez repletas les dijo: "Sacad ahora una muestra y llevádsela al jefe de comedor". Y, claro, se la llevaron no sin cierto escepticismo. Cuando el maestresala cató el agua hecha vino, pues él no sabía de dónde procedía el néctar (sólo los camereros sabían que habían sacado agua, o eso creían), llamó al esposo y le dijo: "Todo hombre sirve primero en el banquete el buen vino, y cuando la gente ya está ahíta y va perdiendo el sentido, entonces, aprovecha para dar salida al peor vino, sin embargo, para sorpresa mía, tú has mantenido el vino bueno hasta ahora".
Este milagro hizo el Señor en Caná de Galilea, dando muestras de su Gloria, por lo que sus discípulos creyeron en él. Y después de esto se fueron para Cafarnaúm".
Sólo aclarar que cuando en el milagro se habla de Galilea, no se refiere a la localidad próxima a Corera, en La Rioja, sino a una región situada en el actual Distrito Norte del Estado de Israel.
Estáis bendecidos, amigos.