“Bueno, a ver si quedamos un día para cenar”, ésta fue la frase, ésta fue la lápida que aplastó de modo contundente las pocas esperanzas que los Cofrades de la Cuadrilla de los Viernes todavía albergaban. Eran aproximadamente las once menos cinco de la noche, llevábamos esperando como una hora, y los estómagos de los intrépidos cuadrilleros empezaban a inquietarse, a dar pataditas, digamos que, como en un parto, las contracciones empezaban a darse ya cada quince segundos.
Habíamos quedado para esa noche con los güeros, Rubén y Eduardo. Querían corresponder a nuestra invitación del 24 de julio (ver cena de ese día), íbamos, pues, de convite, y allí estábamos, esperando en la colindante bodega de uno de los Cofrades, Pedro, a que los güeros se dignaran a aparecer, y de pronto, un motor, “ya vienen” dijimos todos al unísono, qué alivio, qué alegría, qué frenesí. Los cofrades salen a la ventana para comprobar que son ellos y… ¡albricias!, sí, son ellos, Eduardo y Rubén en persona. No eran horas de llegar, pero la cortesía de los Cofrades hizo que cualquier reproche, por somero y metafórico que fuera, se tradujera en un sonrisa. Qué coño, los chavales son así, se lían y… bueno, es igual, ya están aquí. Comienza el diálogo entre los Cofrades, en la ventana, y los Güeros, en la calle:
- GÜEROS. Vaya calor, eh.
-CUADRILLA. Cagüen... (piiiiii), no me digas nada. Hoy casi palmo.
- GÜEROS Está todo más seco que el copón, como no llueva pronto no sé qué va ser esto.
- CUADRILLA. Ya lo puedes decir.
SILENCIO. Tres o cuatro segundos eternos.
- GÜEROS. Bueno, a ver si quedamos un día para cenar.
- CUADRILLA. Silencio. Caras circunspectas desde la ventana.
- GÜEROS. ¿Pasa algo?
Javi con los güeros, fue a él al que se le notificó la invitación cinco días antes y, claro, apenas daba crédito a lo que estaba oyendo. |
Y así fue, la Cuadrilla tardó en reaccionar, porque la pesada losa del “Bueno, a ver si quedamos un día para cenar” nos dejó bloqueados. La Cuadrilla reaccionó finalmente y bajó a la calle para hacer ejercicios de memoria con Eduardo. No había manera de que recordara algo, aunque admitía la posibilidad. Se preguntó por el día del compromiso, y parece ser que, efectivamente, aquel día fue de marejada tirando a marejada ciclónica, que como saben provoca una amnesia de mil pares de cojones. Conclusión, no tenía ni puta idea de que nos había invitado a cenar.
El Plan B no hubiera sido posible sin ellos. Muchas gracias y un saludo de la Cuadrilla de los Viernes |
Antes de terminar quiero introducir algo que normalmente se incluye al comienzo de las crónicas, el parte meteorológico. Aunque creo que en el diálogo con los güeros ya se ve reflejado. Calor aplastante que nos llevó del Azalea a la terraza del Arizona y vuelta al Azalea, donde nos encontramos con Juanito y nos dieron las tantas (las tantas, qué vaga e imprecisa expresión, pero qué bonita).
Allons enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé.
Estáis todos bendecidos.