Como estaba anunciado, el pasado viernes la Cuadrilla salió de su refugio en el Cerro de San Cristóbal para adentrarse en la jungla de cristal logroñosa. La noche resultó de lo más extraña, sin Refectorio, sin el regalo de su calor cómplice, sin la fidelidad de sus paredes mudas y sin el dulce crepitar de la leña en su chimenea. Sin Azalea, sin Arizona, sin nada de eso.
Para paliar esta sensación de desamparo y orfandad, Juan, el visitante número 5000, ya todo un clásico de nuestras páginas, nos deleitó con una ruta nocturna por las calles del casco viejo logroñés. Una ruta que ustedes mismos pueden disfrutar en sus múltiples variantes acudiendo a Piedras de vendimia, el gran proyecto empresarial de nuestro guía. Pero antes de nada, como siempre, el tiempo:
- Bueno, la mañana comenzó preciosa, con el cielo completamente despejado y con una temperatura más suave de lo que cabía esperar. Conforme avanzó la mañana fueron apareciendo nubes de evolución diurna que para las primeras horas de la tarde habían cubierto por completo el cielo, circunstancia que redundó en una bajada suave de temperatura, sin grandes descalabros. Ni rastro de lluvia, con la falta que hace.
Tal y como habíamos convenido, la Cuadrilla se reagrupó en el Café Moderno. Fue en torno a las nueve de la noche. Los Cofrades asistieron puntuales a su cita, como en un riego por goteo fuimos apareciendo uno tras otro. La Cuadrilla necesitó apenas cinco minutos para agruparse al completo, abrazos, sonrisas, etc. La emoción del encuentro fue regada con un Chulato del año. Es importante reconocer que nuestro querido amigo Miguel Notario traicionó su promesa de asistir al evento, y como suele ser habitual en él, ni se excusó ni se espera de él que jamás vierta excusa alguna. Ni una llamada ni un triste sms, y es que Notario es así. Es posible que algún negocio de dudosa moral, y quizá también de alta rentabilidad, lo tuviera ocupado toda la noche.
El afán divulgador del Blog de la Cuadrilla, nos impulsa a recordar que la plaza del Café Moderno fue escenario de la película Calle Mayor, de Juan Antonio Bardem, una de las fotos que decoran el café hace referencia a este acontecimiento único en Logroño.
Algunos de los objetos que decoran el bar constituyen en sí motivos de su propia historia, como esta cafetera que ahora forma parte del Museo del Moderno. No hay que olvidar que estamos ante uno de los bares más antiguos del Logroño. Este Café fue fundado en 1916, por lo que está ya muy cerca del centenario.
Libados los primeros vinos, la Cuadrilla se adentró de la mano de Juan en los misterios de la noche logroñesa, de la noche más friqui.
Magistralmente guiados, fuimos descubriendo los secretos mejor guardados de Logroño medieval, del áureo, del romántico y del actual, como los que abajo siguen:
Vimos algunos de los rincones frecuentados por el lumpen y el submundo logroñés. Esos lugares por los que normalmente los guías turísticos no suelen llevar a su clientes. He aquí la Cara-B de la opulencia. Filosofía pura y sabiduría popular escrita en las vallas de las obras inconclusas por la crisis, la avaricia insatisfecha de los de siempre. "Mañana no curro, ¿y qué?"; acojonante, amigos.
Siguiendo el Camino de Santiago fuimos a dar con la iglesia, y a su lado el templario juego de la oca. Juan, el verso suelto de la Cuadrilla, nos sopló algunas de las más arcanas perculiaridades de este juego.
Por desgracia para el espectáculo de Juan, no hubo niebla ni truenos para acrecentar el misterio y crear así una atmósfera más propicia para el terror. Sin embargo, Juanito nos acojonó mostrándonos esta placa en una casa de la Calle Sagasta. Ni más ni menos que un relieve de Escrivá de Balaguer, fundador del Opus y santo, para más señas. Resulta que el creador del club de los agregados, los numerarios y los supernumerarios vivió en Logroño. Amigos, y esto, contado así, de noche y por calles extrañas, acojona más que el triciclo de Kubrick. Ni que decir tiene que pusimos pies en polvorosa.
Los hermanos d'Elhuyar habitaron aquí. Por lo visto aislaron a Wolframio. Nosotros, con humildad, pidiendo perdón por nuestra ignoracia (cuánto se echa de menos en estos casos a la CÁTEDRA), preguntamos a Juan quién era ese pobre hombre y qué motivos tenían los dos hermanos para aislarlo. Juan nos dijo que Wolframio era un contrabandista muy conocido en Logroño, pero que no estaba seguro de si era el mismo que aislaron los d'Elhuyar o si era otro. Menudo cuajo que tiene Juanito.
La Cuadrilla en uno de los rincones más bonitos de Logroño, junto a la Puerta del Revellín, donde cada 11 de Junio nos cuentan la milonga del cerco y de la resistencia contra los franceses a base de peces del Ebro y panes. Se desconoce todavía de dónde sacaban el pan nuestros aguerridos antepasados, ¿acaso de la Panadería Primi?
La Cuadrilla de los Viernes posa al completo en la Puerta del Revellín, porque no hay mejor manera de entrar y salir de la ciudad que por la puerta. Por la puerta grande, como el Maestro Chenel.
Bien, y para el final he dejado lo mejor de la visita. Resulta que a nuestro guía se le ocurrió que podría hacer todavía más friqui y más terrorífica la visita, parece ser que con lo del fundador de la Obra no tuvo bastante. Así que, ni corto ni perezoso, nos llevó trapaceramente al patio de la policía municipal y nos sorprendió con este tanguillo. Por favor, no pierdan detalle de esta composición, a medio camino entre la crónica y la denuncia. Hasta ahora se conocía la existencia de romances históricos, fronterizos, moriscos, carolingios, etc. Pero nada se sabía del "romance social transgresivo", que, a pesar de su modernidad, se ajusta a los dogmas del romance tradicional, con versos octosílabos y la rima asonante en los pares. Vean, pues, y escuchen, y sientan cómo la cera de sus oídos se derrite según va filtrando estos asonantados versos:
Habrán observado que, como con el episodio de la placa de San José María, la cuadrilla tuvo que acelerar una vez más el paso, y es que la osadía de Juan no tiene límites. El caso es que, entre susto y susto, hicimos sed, ya saben, la emoción seca el paladar, por lo que decidimos remontar la Calle Mayor hasta llegar a un bar de referencia, el Iturza, donde la Cuadrilla dio vado a una botella de Muñarrate del año. Nos la pimplamos ansiosa y atropelladamente, en lo que a Juan le dura un pareado, y es que la salida precipitada del patio de la municipalidad y el eco goliardesco de su romance todavía zumbaba en nuestros oídos.
El segundo efecto secundario de la emoción es el hambre. Pasado el susto y contenida la taquicardia con el Muñarrate, había llegado el momento de satisfacer nuestras papilas gustativas con todo tipo de manjares, por lo que decidimos tomar posesión de la mesa que Mariano nos había reservado en su Café, el Moderno.
Juan posa orgulloso con la bañera de callos a la riojana que gustosamente se zampó. Todos fuimos testigos de que rebañó el plato con media barra de pan, entiendan que con esta carta de presentación se le considere ya "verso suelto" de la Cuadrilla.
Y después de la cena brindamos con orujo por la Cuadrilla de los Viernes, por la amistad y por la alegría.
Para la historia de la Cuadrilla queda esta foto con Mariano y con Joaquín. A Mariano, dueño del Café Moderno, lo podrán ver ustedes, queridos amigos que nos seguís desde todos los rincones del mundo, en la última película de José Luis García Sánchez titulada Los muertos no se tocan, nene, basada en la novela homónima de un logroñés ilustre ya desaparecido, Rafael Azcona.
No sería justo terminar la crónica pasando por alto la Fibra de Pájaro, la canción que cada viernes y sábado suena en el Café Moderno justo a medianoche. Por supuesto que la Cuadrilla estuvo allí, y como nuestro nivel de exhibicionismo parece no tener límites, ahí nos tienen expuestos en sus dos versiones (comedor y sala de baile), y dispuestos a todo, y es que... por las venas de la Cuadrilla corre la sangre de un pájaro, en fin, no hace falta que me extienda más. Véanlo y satisfagan así su pulsión más voyeurista, que tampoco parece tener límites.
Salimos después a dar una vuelta por los bares de la zona céntrica de la ciudad, donde la Cuadrilla se sintió perdida y desorientada. Acostumbrados al compost del champiñón o, en el mejor de los casos, al olor del tomillo, del romero y de la jara, no supimos orientarnos entre tanto Cacharel, Dolce&Gabanna y Carolina Herrera. Nada que ver con el cerro de San Cristóbal, amigos, pero... qué rimelado, el de algunas pestañas, qué caída, la de algunas faldas, y qué líneas. Qué lección de trigonometría, oigan, qué ángulos, qué tangentes, qué senos y qué cosenos (por favor, póngase un clavel), y qué estatuarios (para sí los quisiera José Tomás), y qué desenvoltura en los pasos, y qué volumen en los cabellos, y qué gracia y qué donaire para ver sin mirar, y qué...
En fin, amigos, un poso de amargura invadió de modo súbito a cada uno de los Cofrades de la Cuadrilla de los Viernes, y es que el bullicio de la vida urbana no va con nosotros. Contemplando todos esos lozanos y hermosos cuerpos de mujer que no amaremos jamás (caiga esta sentencia como losa pesada sobre nuestras boinas), caímos también en la cuenta de que definitivamente nuestra felicidad está más cerca de la escondida senda, que del mundanal ruido. Fray Luis siempre tiene razón.
Con sigilo, procurando pasar desapercibidos, los Cofrades de la Cuadrilla de los Viernes, "verso suelto" incluido, se dispersaron al abrigo de la noche. Concluía así la última asamblea de noviembre.
Estaís todos bendecidos, caros amigos.
Como os lo pasais ehh!! jaja
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