Se nos fue Rafa, una de las personas de Villamediana que con más frecuencia ha aparecido en las conversaciones de nuestra Cuadrilla, especialmente cuando la tertulia deriva por los senderos del deporte y en concreto del juego de la pelota. Ni que decir tiene que cuando se hablaba de él se hacía desde el entusiasmo. Tal vez nuestra pasión por su forma de juego fuera un poco exagerada, no decimos que no, pero desde luego para todos nosotros, aquellos niños que vibramos con los primeros años del Torneo Interpueblos, Rafita Gil era un personaje digno de admiración. Es verdad que tenía algo de Curro Romero, pues deparaba a la concurrencia tardes de verdadero enfado, por qué ocultarlo. Pero sin ser un genio a veces gozaba de cierta venia para la excentricidad, con tardes en las que, tras el reproche de la afición por algún fallo, era capaz de provocar el delirio en el frontón.
Y si Rafa tenía algo de Curro Romero, nosotros, la Cuadrilla de Viernes Sí, éramos y seremos siempre curristas, es decir, rafistas, y así nos lo hemos confesado a nosotros mismos en las tertulias de la bodega.
Pero por otro lado Rafa tenía también algo especial como persona. Cuando apenas teníamos ocho o diez años y él ya era casi adolescente, procedía con nosotros de modo poco habitual, con una cordialidad y una placidez desacostumbradas. De su boca nunca salía un exabrupto, ni una palabra más alta que otra, y eso, como digo, para nosotros era inusual. Existía una ley no escrita en el frontón según la cual cuando llegaban los mayores, se quitaban los pequeños. Esto era así salvo cuando llegaba Rafa que esperaba a que termináramos el partido o la ronda del “tanto perdido” o se sumaba a jugar con nosotros.
La primera vez que disparé con una carabina de aire comprimido fue con la ayuda de Rafa, en el Olivar o Campo de la Chiribitas, donde él solía escaparse cuando tenía un rato libre. Era para nosotros un “mayor” que transmitía confianza, no digo que los demás nos trataran mal, no, pero él, por su talante afable, proyectaba esa suerte de magnetismo que lo convertía en un ser accesible para nosotros. Creo que la carabina era marca Gamo y guiado por él disparé a los tallos de los juncos que nacían en el humedal. Por cierto, que nunca antes había escuchado la palabra cinegética hasta que un día salió de su boca, jamás lo olvidaré, porque me sorprendió poderosísimamente que una palabra tan rara estuviera asociada a la caza. Y es que Rafa además de tranquilo era un tío leído, un gran lector de periódicos.
Después llegó la enfermedad y Rafa, el Rafa que nosotros habíamos conocido, se fue esfumando de su cuerpo conforme nosotros dejábamos de ser niños y adolescentes para ser ya también “mayores”. A pesar de todo, dentro de él siempre quedó la huella de aquel tipo amable que fue, y nunca nos faltó el intercambio de un saludo o incluso de alguna charla, por inconexa que fuera. Al final quizá ya no quedaba ni rastro del tipo habilidoso que fue, pero sí del cordial y correcto que siguió siendo.
Mítico y mil veces recordado en la bodega ha sido y seguirá siendo aquel tanto en que Rafa y su compañero fueron sorprendidos en los cuadros delanteros con una despejada del rival que llevó la pelota hasta más allá del siete, él echó a correr dando la espalda al frontis, corriendo como quien pasea, pues así corría Rafa, adivinando la trayectoria de una pelota que no veía pero que milagrosamente cayó sobre su hombro derecho para después votar casi en sus pies, girarse y devolverla de nuevo al frontis, y en la siguiente réplica al contrario, a la altura del cuatro y medio, apretarla con la diestra, elegante, casi a sobaquillo, con mucha precisión y gran violencia, para colocarla a apenas unos centímetros de la chapa y picarla en el choco. El éxtasis en el frontón y Carmelo Fernández echándose las manos a la cabeza como Robson el día que Ronaldo marcó el gol al Compostela.
Insisto, tal vez haya algo de exageración en este recuerdo, pero lo nuestro con Rafa está movido por la pasión y en toda pasión hay algo de ponderación amplificada. Lo cierto es que Rafa siempre será uno de nuestros pelotaris favoritos.
En otra ocasión, cuando tras un estrepitoso fallo que llevó la pelota de su mano directamente a la terraza del Chuspis, ante la desazón y el terrible enfado de su compañero, Rafa le espetó, “tranquilízate hombre, nuestras vidas no corren ningún peligro, esto es sólo un espectáculo lúdico”.
Así era Rafa y por eso lo quisimos tanto.
...y, Rafa, a bien seguro seguirás en nuestras tertulias una y mil veces.
ResponderEliminarSaludos a la familia y a ti donde estés.
No conoci a este hombre pero el escrito esta precioso. Seguro que la cuadrilla de los viernes lo seguira recordando en sus charlas de la bodega.
ResponderEliminarMuy bueno.
Manuel.
Hola Javi, y mi saludo se extiende a todos los componentes de tu cuadrilla, bonito epitafio, a las personas buenas no se les recuerda por lo que fuerón sino por lo que dejarón sembrado, y parece ser que Rafa dejo mucho y bueno, me alegro por vosotros que lo conocisteis, un abrazo enorme....
ResponderEliminarLorenzo
Que palabras tan bonitas hacia Rafa, era peculiar, se le echara de menos debajo de los portales con su sonrisa
ResponderEliminarDesgraciadamente solo conocí al Rafa enfermo, y teneis razón jamas levantaba la voz y siempre tenia la sonrisa en la boca, se le echara de menos.
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