domingo, 20 de marzo de 2011

Cochinillo asado

El viernes 18 de marzo la cuadrilla se trasladó a la bodega de Pedro, que se encargaba de procurar la cena al resto de los cofrades. Como podrán apreciar en la instantánea esta vez le tocó el turno, para deleite y gozo de los concurrentes, al cochinillo asado con patatas panadera.

El olor que se anunciaba por las escaleras ya era señal de un magnífico presagio, Pedro nos esperaba mientras aliñaba unas ensaladas y repartía por la mesa las botellas de vino. Cuando entramos en el refectorio y contemplamos al cochino lechal expuesto en la bandeja, así, con tanta dignidad, bajo un humilde manto de patatas panadera, una sensación extraña nos embargó. Durante dos o tres eternos segundos se guardó un silencio casi sepulcral, la cuadrilla al completo quedó invadida por la emoción. Hubo reacciones diversas, por un lado, los más sensibles, cuyos ojos apenas pudieron contener las lágrimas, por otro lado, los menos sensibles, que se limitaron a babear cuales perros paulovinos, estimulados por los vapores de la carne asada y por la insuperable puesta en escena.


Tras la mística experiencia, llegó el bullicio, las felicitaciones al cocinero, y seguidamente nos dispusimos en la mesa con orden. Antes de desgustar las viandas, como es tradicional, procedimos con la bendición. Con recogimiento, veneración y humildad dimos gracias por los alimentos que íbamos a tomar. Como podrán apreciar, la plegaria de gratitud se llevó a cabo siguiendo el dogma latino, con los dedos índice y corazón extendidos. Pero no todos los cofrades se muestraron recoletos, vean si no a Paco (la foto le delata), que sonreía nervioso poco antes de que la acción de gracias concluyera.
El día había estado bueno, la temperatura más bien suave, presagio de la primavera. Por la noche se echó el fresco. Sin embargo, como bien saben nuestros queridos lectores, en nuestras noches jubilares siempre es verano. La chimenea se encargó de que así fuera.
Mientras se daba vado al cochinillo, y alentados por el vino, la conversación discurrió con la típica gracia y desenvoltura de los Viernes Sí. Juanantonio nos contó una divertida anécdota cuyo protagonista no era otro que Pitinas, el recordado factótum del Ayuntamiento de Villamediana cuando Villamediana era un pueblo y las llaves de las casas se dejaban en la gatera. A buen seguro que volverá a salir en más conversaciones como ocurre con otros personajes emblemáticos del pueblo que ya nos dejaron. Desde aquí nuestro recuerdo y nuestro homenaje para él.
Faustino, cofrade de la Cuadrilla de los Viernes y piloto especialista de la mítica AgroPérez, captado por la cámara en un momento de la velada.
Y como Javi trajo un trípode, pues se nos ocurrió hacer alguna filigrana. En principio nadie sabía dónde estaba la cámara, pero bueno, la instantánea tiene su gracia.

Pequeños detalles del choco de Pedro, una preciosa lámpara de forja iluminó la mesa del comedor. En otra estancia, sobre una cuba (sin duda, el mejor escenario), pudimos apreciar El cáliz de las letras, enciclopédica obra de Miguel Ángel Muro Munilla en la que se rastrea la presencia del vino en la literatura universal, desde el primer vino épico mesopotámico, hasta los caldos presentes en los trabajos literarios más recientes. Una obra absolutamente recomendable, que aparece abierta, como no podía ser de otra manera, por el Quijote, cuyo escudero, como bien sabrán, no era precisamente abstemio.
Después llegaron los cafecitos en el Azalea, las copas y alguna que otra escena digna de ser inmortaliza, como apreciarán sobre estas líneas. Y si lo que ya mostramos nos parece obsceno y sólo digno de ser valorado por enfermos voyeuristas como ustedes, queridos visitantes, lo que siguió es casi pornográfico, por lo que hasta nosotros mismos, exhibicionistas por naturaleza, nos abstuvimos de hacer más fotos.
En fin, ya saben… “Allons enfants de la patrie, le jour de gloire est arrivé”.

sábado, 12 de marzo de 2011

En el café de Rick y La Marsellesa

Vamos a ubicarnos, estamos en Casablanca, ciudad dependiente del protectorado francés de Marruecos, sometido al régimen colaboracionista de Vichy (gobierno títere de los nazis), eso explica que haya alemanes por ahí. Son los primeros años cuarenta, en plena guerra mundial, y estamos en el Café de Rick, un americano irónico y descastado, que interpreta el gran Humphrey Bogart. Victor Laszlo (Paul Henreid), anda agobiado porque necesita un visado para huir a América junto a su mujer, la bella Ilsa, que no es otra que Ingrid Bergman.
La cuestión es que Rick tiene dos visados, y en un momento dado Laszlo sube a la oficina y le pide ayuda, pero Rick, resentido, y quizá movido por su deseo de mantener a su lado a Ilsa, se hace el longuis.
Ilsa y Rick estuvieron enrollados en Paris poco antes de la ocupación alemana, y cuando pasados dos años se reencuentran, el amor renace, aunque con ciertas asperezas y reproches. Rick nunca entendió por qué Ilsa lo había abandonado. Más tarde se aclarará todo, y esas asperezas quedarán limadas, pero vayamos ahora al meollo del asunto.
Y en esto que abajo, en el bar, los alemanes se han hecho los amos del piano de Sam y suenan canciones patrióticas alemanas, El guardia sobre el río Rihn, y a Laszlo, que pertenece a la resistencia checa, esto sí que le toca los cojones. Así que se arma de valor, se olvida de la discusión con Rick, se va hacia la orquesta y les dice de modo imperante, así, con un par: "toquen La Marsellesa", y claro, los músicos acojonaos, porque se puede armar la de dios es cristo. Imaginad, interrumpir a los alemanes, con las pipas encima y todo eso. Lo lógico era tenerles respeto, en aquel tiempo si les molestabas te descerrajan un tiro, y aquí paz y después gloria. Y en esto que algunos de los músicos miran hacia arriba, buscando la anuencia de Rick. Y entonces el bueno de Rick, hace lo que todo espectador de bien espera que haga, y va el tío y asiente, “que sí, que la toquéis, que le den por culo a todo”. Porque Rick está de vuelta de todo y porque es un tipo duro, más duro que el copón, y asiente porque de alguna manera también es de la resistencia, y porque además tiene mucha clase, sobre todo cuando fuma y porque los trajes le sienta de puta madre, mejor que a nadie. Y no digo nada de ese pedazo de gomina con la que se atusa el pelo, en fin, a lo que iba, Rick asiente y entonces cantan lo que nosotros (a saber, Juanantonio y servidor, Muro) cantamos cuando nos perfumamos con las "colonias" de Ramón.



Al final a Rick le cierran el garito (no por fumar dentro ni por impagos a la SGAE, sino por el asuntillo de las canciones). Pero creo que a nuestro amigo, el bueno de Rick, le importa más bien poco, menuda clase que gasta el tío.
En fin, como diría Joseignacio, el quinto Beatle, nacido en la Ciudad de las Luces, "siempre nos quedará París".
 

domingo, 6 de marzo de 2011

Aves de corral

Sí, amigos, sí, comimos pollo, ¿qué pasa? Estaba bueno, y aunque no nos creáis lo disfrutamos. Sí, ya sé que los detractores del pollo dirán que las caras de los comensales no brillan como en la noche de los chuletones, y es verdad, también otros dirán que el reportaje gráfico no está a la altura de otros, y todo ello es cierto, y llevan razón.
Pero las brasas de los sarmientos atesoran propiedades verdaderamente milagrosas, no en vano, esas secas y anudadas ramas, han soportado el peso del las uvas y las han nutrido. Dios les ha dado esa Gracia, y después de muertas, cual Cid Campeador, siguen comprometidas con la Humanidad. O sea, vale que no sean chuletones, pero nada de Kentucky Fried Chicken, porque el nuestro es asadito y al amor del sarmiento.














Como verán en la imagen, parece un milagro, segundos después de ser servidas las alitas vuelan literalmente de la bandeja. Deliciosas, sazonadas, también con ajonesa, ajoaceite, y salsas similares que producen, entre otros muchos efectos secundarios, halitosis transitoria jubilar. Como verán, y para que todo no sea ave, no faltó la panceta. Observen por favor el dorado que adquiere la alita con la brasa del sarmiento. ¡¡¡No se imaginan, cómo sabe!!!














No faltan las ensaladas. Sí, ya sabemos que nuestros detractores hablarán del deterioro de nuestra vajilla. Señoras y Señores, esos cosques son leyenda. El tomatito y la cebolla maridan en la cuna con el aceite, toda una sinfonía de color y sabor. La cebolla además contribuye a dar un toque especial a la halitosis transitoria jubilar.
















Conversación al amor de la lumbre. Según la Agencia Estatal de Meteorología, había riesgo de nevadas a menos de cuatro cientos metros, pero el microclima de la bodega hace que cada Viernes Sí sea un eterno verano.
Aprecien, queridos visitantes, unos momentos cotidianos de la cena en el que la conversación transcurría con fluidez, gracias, cómo no, al vino, néctar al que honramos y rendimos pleitesía. Las copas se llenan y las botellas, relojes de arena (como dice Juanantonio), se vacían. El tiempo pasa, llega la medianoche, comienza el sábado, nieva en las cumbres, etc., pero a nosotros todo eso nos trae al pairo. Abre otra botella.













Foto compleja, no fue fácil que todos entráramos en plano, no sé muy bien si por el melocotón en almíbar de los postres, o por el melocotón sin almíbar que alguno llevaba ya. Las botellas vacías delatan el paso del tiempo. Nota. Los ojos rojos son por el flash, y esto va por los detractores del blog. ¿Que por qué Juanantonio no tiene los ojos rojos? Eso sí que es un misterio, queridos amigos.













Alguno tiene que fregar, ¿no? Esta vez le tocó a Muro, por llegar tarde. Así es la disciplina marcial con la que se rige la convivencia de la Cuadrilla de los Viernes. En silencio y con contrición se aplica con el estropajo y el mistol.














Muro, ¡¡¡¡que se te ve el cartón!!!!













Gracias, Javi, por ese pedazo de zoom. Bueno, a lo que iba. Observen cómo Muro aplica la medida exacta de friegasuelos sobre el cubo de la fregona. La técnica entedemos que es extraña, pero son exactamente... varios tapones.
Minutos después, el suelo se convierte en un espejo.













Bueno, nos despedimos ya por este viernes, pero antes de cerrar queremos mostraros esta magnífica foto que hizo José Ignacio (el quinto Beatle) de nuestra querida Gertrudis, la araña de la bodega, nuestro animal de compañía. Getrudis cría telarañas entre las botellas, las viste como para una boda, con la distinción que da el paso del tiempo y creando una atmósfera propicia. Gracias, Gertru, te queremos.

Estáis todos bendecidos.