lunes, 13 de febrero de 2012

Sarmientos

Apelando a la épica, sometidos al azote de un viento gélido y hostil, la Cuadrilla de los Viernes llevó a cabo la operación de recogida de sarmientos más dura y arriesgada de su historia, si bien, es posible que esté exagerando. Lo cierto es que ni las temperaturas bajo cero ni las espadas siberianas que asaeteaban nuestros rostros pudieron frenar el ímpetu de la Cuadrilla, que al llegar a la hora del ángelus ya había cumplido exitosamente su misión, llenando hasta las cartolas la mítica AgroPérez.

Pero, primero, como siempre, el tiempo:

  • Bueno, quizá esta foto sea reveladora del tiempo. Mañana luminosa, pero no totalmente despejada, pues hubo nubes de evolución diurna. El viento, filtrado por las nieves de las montañas, llegaba al valle envenenado por el frío. Pero nosotros, que nos hemos educado leyendo los tebeos de Hazañas Bélicas, ya habíamos estado de pequeñitos en las Ardenas y en Stalingrado, así que... nada, fue como un vermú, eso sí, sin aceituna, sin limón, en vaso de plástico y con mucho hielo.

La cita se produjo en casa de Javi a las nueve y media. Como suele ser habitual, todo un clásico, hubo quien llegó tarde y hasta perdió las llaves. Pero, vamos, nada raro.

De nuevo la Mítica, pilotada por el Cofrade Fausti, acudió en auxilio de la Cuadrilla. Hay que decir que la salida fue caótica, nos adentramos en los viñedos movidos por la intuición y la improvisación, escogiendo los caminos al arbitrio de la AgroPérez. Por fin, en Zorraquín, dimos con un montoncito, aunque no muy abundante.

También por Moncalvillo había algo de nieve.
He aquí el lugar donde la Cuadrilla cosechó sus dieciséis primeras gavillitas. La mañana era prometedora y nosotros también nos las prometíamos muy felices. Aún quedaba mucho por sufrir.

Para cumplir las previsiones todavía teníamos que rapiñar por lo menos treinta gavillas más. Desde una atalaya tratamos de vislumbrar más montones, hubo que utilizar para ello el objetivo de 200mm a modo de catalejos y, efectivamente, dio resultado, aunque luego, con arreglo a nuestra desnortada lógica, acabamos en otro sitio. Justo encima de la fuente de Onvecinos.
Javi, se erigió como el Maestro Atador de Gavillas, otro título más, y van cuatro.
La climatología fue cada vez más adversa. Además, este nuevo montón estaba más enredado que el anterior, y medio caído por una ladera. Pero nada interfiere cuando la Cuadrilla se lanza hacia un objetivo.
Poco a poco, la AgroPérez se fue llenando de sarmientos. Todo iba viento en popa, aunque esta expresión no es quizá la más apropiada para el día de autos, dado que el viento helaba las ideas, ventilaba los soplillos, ponía en hibernación las neuronas vivas y crionizaba las restantes.
Observen cómo poco a poco, las nubes empiezan a extenderse sobre nuestras cabezas. El sol desapareció, y la sensación térmica descendió hasta umbrales próximos a la glaciación. No obstante, la moral de la tropa se mantuvo intacta, al igual que su espíritu de lucha.

 No lo olviden, AgroPérez, la Mítica
El Cofrade Pedro se encargó de ordenar la carga para que cupiera (toma conjugación verbal) el mayor número de gavillas.
Vean al Cofrade Chuma, que esa mañana dejó de ser catecúmeno para ganarse por méritos propios el Toisón de Cofrade, enhorabuena, Jesús Mari.
Fausti, que además de pilotar la AgroPérez participó activamente en la recogida de sarmientos, ni siquiera en esas circunstancias renunciamos a la amigable charla.
 El rostro de Juanan habla con suficiente elocuencia de la adversidad a la que la Cuadrilla se tuvo que enfrentar. En ese momento el trasnochador Cofrade estaba a años luz de cantar la Marsellesa. Habrá que esperar al próximo viernes.
Imágenes que retratan mejor que nada la crudeza con la que la Cuadrilla tuvo que bregar.


Acabado el trabajo, como ya es tradición, nos hicimos una foto. Aunque hubo algún problemilla que otro con el retardador.
 Una vez en la Domus Áurea, había que descargar las gavillas, que fueron ubicadas en nuestra particular leñera.
Qué satisfacción produce ver otra vez la despensa llena. Observen cómo el sarmiento viejo que todavía nos restaba del año anterior es apartado para el consumo más inmediato, la diferencia con el nuevo es apreciable a simple vista. La CÁTEDRA, que últimamente viene utilizando un método de recogida de sarmientos más sofisticado que el nuestro, como no podía ser de otra manera, nos aconsejó que recogiéramos sarmientos de mazuela, puesto que aportan a la carne asada unas propiedades tan especiales como únicas. En fin, qué podemos decir nosotros, si cada vez que abren la boca nos dan una Conferencia. Nunca, pero que, nunca, nunca, nunca, llegaremos a su altura.

Qué maravilla, los pámpanos de Baco y su dulce crepitar en la chimenea. Después de la hazaña matutina, había que darse un homenaje. Ustedes ya adivinarán de qué tipo, ¿verdad? Sí, los cuatro ases de la "dieta mediterránea", a saber: panceta, costilla, chorizo y careta.
La pancetita en su punto.
Observen este delicioso plano de la careta sobre la no menos mítica bandeja de los cosques. El aspecto de las viandas es inmejorable, lástima que ustedes no puedan percibir el aroma de estos manjares, una bomba con detonador de sonrisas; y en el Refectorio estalló la fiesta.
Pedro, el padre de Paco Levita, nos acompañó en el almuerzo. En su agradable compañía, la mesa se llenó de una superlativa cordura. Vaya desde aquí un abrazo para él.

También, como ya habrán apreciado en la foto anterior, vino Sergio. Quizá algo dolido por haber perdido el partido de fútbol que había disputado ese mismo día. Tranquilo, Sergio, ya sabes que en el deporte lo importante es almorzar, y tú lo hiciste. Por lo demás, ya sabemos que no tienes un gran equipo y que tú sólo no puedes hacer más de lo que ya haces. Un saludo, campeón.
Sí, en el Refectorio de la Domus Áurea se puede fumar.
Y beber, claro.
y charlar
y no parar de charlar, porque no hay mejor red social que la red de bodegas y todo su entramado de cuevas y recuevas. Ni facebook, ni twiter, "ni dios que lo ha fundao". 
Después de almuerzo, bajamos al Azalea a tomar un café y a prolongar un poquito la charla. Ahí tienen al Ramonet en acción, que también, cuando su trabajo se lo permitía, se sumó a la tertulia. Y es que el Azalea es como la extensión de la salita de nuestras casas. 

Acaba aquí la crónica de una mañana sarmentera, donde, como es habitual en nosotros, así lo ordenan nuestros estatutos, hicimos las cosas sin prisas y con pausas, o sea, cuadrilleramente (adverbio de nueva creación patentado por la Cuadrilla de los Viernes).

Un saludo, caros amigos.
Estáis todos bendecidos.


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